Como ganarte a un menorquín
Itziar Lecea
Puede que hayas oído que los menorquines son cerrados, huraños y algo desconfiados.
No voy a quitarte algo de razón, aunque tienen buenos motivos para ser como son.
Sin embargo, no es imposible ganarse a un menorquín o menorquina. Solo has de tener algunas cosas claras antes de querer iniciar una bonita amistad. O algo más.
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- NUNCA, NUNCA, NUNCA confundas Menorca con Mallorca. Si se te escapa “qué bonita es Mallorca”, cuando en realidad estás hablando de la isla menor, seguramente caerán sobre ti miradas de odio profundo. ¿Por qué? Pues porque Menorca, como indica su nombre, es la “pequeña”, siempre a la sombra de la hermana mayor, mucho más glamurosa y conocida. No por ello los menorquines desprecian a su isla vecina. Pero más te vale no cometer el error garrafal de confundirlas.
- Por encima de todo, un menorquín ama su tierra. Se quejará del tiempo, tanto si hace calor como frío, si llueve o hace sol. Pero “sa roqueta” tiene un magnetismo difícil de explicar si no la has pisado. Para quien ha nacido en Menorca, es sin duda el lugar más bello del mundo. Y no intentes llevarles la contraria en esto (tampoco vas a encontrar muchos motivos para hacerlo).
- Ya os hemos contado en alguna ocasión que Menorca es Reserva de Biosfera. El amor a la tierra de sus habitantes ha permitido conservar vírgenes muchas de las calas y playas que plagan su costa. Así que adopta una actitud de respeto hacia la naturaleza cuando estés con isleños. Dejar basura en la playa, tirar un papel en medio de la naturaleza o dejar una bolsa en medio de la calle puede ser motivo de veto para una amistad.
- Al menorquín le cuesta salir de sus costumbres. Especialmente las culinarias. Aunque hay restaurantes en Menorca de todo tipo, nunca serán tan felices como cuando les brindes un trozo de pan con queso de la isla o un poco de sobrasada. El postre por excelencia es la famosa ensaimada. Pero si quieres ganártelos de verdad, descubre la extensísima oferta de postres y repostería típica de la isla. Una “felipa”, un “rubiol de peix” o un trozo de “coca amb pinyons” te conferirán el nivel de experto en gastronomía menorquina.
- El menorquín es una persona familiar, que suele huir de aglomeraciones. Por eso, si tienes el privilegio de tener amigos autóctonos de la isla, visítalos en temporada baja. Seguramente tendrás que adaptarte a sus planes, que suelen incluir tardes en algún hortal con amigos, comida de paella los domingos con la familia y excursiones por el Camí de cavalls los sábados.
- El carácter isleño es desconfiado por naturaleza. Al contrario que los habitantes de Mallorca, más dados a hacer negocios y mirar en beneficio propio, los menorquines pecan de inocentes y se fían poco de los que vienen de fuera. Si quieres montar un negocio en la isla, procura ser lo más claro y transparente posible. Gánate su confianza y ganarás a un amigo de por vida.
- Y que no te desesperen los tempos de ejecución. En Menorca todo se hace “a poc a poc i amb bones”. Parece que los relojes y calendarios de la isla tienen un ritmo distinto del resto de mundo. Y es algo contra lo que no vas a poder luchar. Simplemente, tendrás que adaptarte.
- ¿Por qué esa parsimonia para todo? Pues porque a los menorquines les va bastante la vida contemplativa. Algo que los define y que es difícil de entender para quien viene de fuera, es su apego a las pequeñas cosas de la vida. Disfrutan de un atardecer como nadie, del vuelo de un ave en un acantilado, de ver pasar la vida sin preocuparse mucho por ella. Sí, el menorquín no es una persona de mucha acción. Pero sabe perfectamente lo que vale la pena.
- Que no te extrañe, entonces, verlos sentados en sus “coques rosses” tomando el fresco. Esta costumbre dice mucho de esa idiosincrasia pausada y conformista de los menorquines, que llevan en su adn la calma por bandera.
- Sobre todo, respétalos y quiérelos tal y como son. No intentes invadir su espacio con “mejoras” venidas de fuera. Al fin y al cabo, Menorca siempre ha sido territorio conquistado.